¿Tiene Estados Unidos amigos en América Latina?

El nuevo rol de Estados Unidos en América Latina

Ricardo Angoso

Mientras América Latina se encamina hacia una segura recesión económica, que ya padecen Argentina y Brasil, Estados Unidos muestra un vigor y un dinamismo económico que podría revalorizar su imagen externa en la región.

Nunca a lo largo de su historia había tenido Estados Unidos tantos gobiernos de izquierda elegidos democráticamente en el continente americano. A los dos que siempre han sido su tradicional pesadilla, la Cuba comunista y la Venezuela ahora en manos del heredero de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, se le unieron en los últimos años Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Panamá y Uruguay. Entre todos, aunque con matices, constituyeron una suerte de bloque en contra de las políticas auspiciadas por Estados Unidos y apoyaron, al menos retóricamente, la dictadura cubana, el final del embargo norteamericano contra esta isla caribeña y la supuesta revolución (¿?) liderada por Chávez en Venezuela.

Sin embargo, en una carrera por demostrar un radicalismo sin ambages de duda, Ecuador, Bolivia y Venezuela fueron más lejos que el resto del grupo y pusieron las relaciones políticas y diplomáticas de sus respectivos países en cuarentena con Washington. Argentina, en la misma línea, tampoco se quedó a la zaga y ha mantenido una retórica muy dura con respecto a sus vecinos del norte y sus instituciones financieras. Mucho más moderados, quizá porque tienen una mayor experiencia diplomática y saben lo que se juegan en un mundo cada vez más global y complejo, se han mostrado Brasil, Chile, Panamá y Uruguay

.IZQUIERDA LATINOAMERICANA ROMPE CON EUROPEOS Y DEMÓCRATAS NORTEAMERICANOSOtro aspecto que conviene tener en cuenta y que no se debe obviar, es que por primera vez esta izquierda latinoamericana se muestra autónoma, incluso diría que crítica, con respecto a sus antiguos aliados de la izquierda europea, tanto con los socialdemócratas como con otros grupos, y muy distante de los demócratas norteamericanos, antaño sus siempre sempiternos aliados en Estados Unidos. Esos vínculos, tal como se está viendo en estos días con los duros ataques recibidos por Felipe González al intentar mediar y defender a los presos políticos venezolanos, se están rompiendo y ya no tienen el valor y la referencia ética que tuvieron en otros tiempos. Hasta los sandinistas de Daniel Ortega, que fueron defendidos en su momento por González, han puesto el grito en el cielo y han criticado duramente la supuesta intromisión del líder socialista en los asuntos internos venezolanos. ¿Desde cuándo las cuestiones relativas a las violaciones de los derechos humanos son cuestiones internas?

En lo que respecta al resto de los países de la región, es lamentable contemplar la tibieza y la moderación que muestra la mayoría de ellos con respecto a la terrible situación que atraviesa Venezuela, convertida ya en una satrapía bananera sin que se atisbe, ni siquiera de lejos, una salida democrática negociada con la oposición política. Perú calla, México se abstiene de opinar y Colombia, para no ser menos que el resto de los aliados de Venezuela, apoya sin ningún género de duda al ejecutivo de Maduro, en una desvergonzada apuesta que no se entiende ni en Washington ni en algunos círculos de Bogotá. ¿Por qué lo hace el presidente Juan Manuel Santos? ¿Por cobardía o por convicción de que es la mejor apuesta para evitar problemas con su controvertido vecino?I

Incluso Barack Obama, perteneciente a los demócratas, seguramente se ha visto sorprendido por el volumen de críticas recibidas por parte de los que un día se encontraban más cerca de las posiciones políticas de su formación que de los republicanos. Pese a todo, parece que Obama tiene su propio guion, más allá de los exabruptos de Maduro y las salidas de tono de otros dirigentes, como Santos que llegó incluso a criticarle por las sanciones a algunos dirigentes venezolanos implicados en la represión política, y está dispuesto a superar ese desatino que ha supuesto el embargo norteamericano contra Cuba, que se ha saldado con un fracaso histórico y que no ha dado ningún resultado en este largo medio siglo.Estados Unidos, cuando parece concluir el mandato de Obama y nos aventuramos ante un incierto recambio, ha consolidado unas líneas claras en su política exterior que han estado centradas en reducir la dependencia energética con respecto a Venezuela, en consolidar sus relaciones con México y ayudarla -sin tocar el tema tabú: legalizar las drogas-, en la medida de lo posible, a reducir la criminalidad, y, finalmente, a intensificar las relaciones con los países considerados amigos, entre los que destacan, con voz propia, los del Bloque del Pacífico (Chile, México, Colombia y Perú).

AMÉRICA LATINA ENTRA EN RECESIÓN¿Y qué se puede esperar en los meses que restan hasta el final del mandato de Obama?Nada nuevo bajo el sol, que se dice vulgarmente, porque, definitivamente, el nuevo rol de Estados Unidos en la región ha venido determinado por un desinterés creciente hacia los asuntos regionales, una escasa determinación por defender los derechos humanos en Venezuela y en Cuba, un claro afán por abrirse hacia el Caribe y competir en esta zona de la región con una diplomacia más activa frente a Venezuela -haciendo negocios-, un continuismo casi alarmante en lo que afecta a sus fallidas políticas a la hora de afrontar el inmenso desafío que significa el narcotráfico y la ausencia de una estrategia general para ver como un todo a la región y no como una suma de intereses que te hacen orientar las políticas más en función de una coyuntura concreta que de un plan global.

Estados Unidos sigue sin tener grandes aliados en la región quizá porque durante años tuvo solo intereses, y los defendía con ahínco cuando debía, pero no amigos en el sentido literal de la palabra. Sin embargo, a pesar de todo, el momento le es muy propicio: la economía norteamericana se ha saneado tras su crisis, va como una locomotora, mientras que en América Latina se acabó la fiesta de las “comodities” y llegó la cruda realidad, la de encontrarse con las arcas vacías y no poder continuar con las políticas populistas cimentadas en el asistencialismo generalizado y el clientelismo descarado. Mientras Estados Unidos crece, produce y vende, al tiempo que China y Rusia muestran su cansancio tras años de crecimiento, la recesión es ya un hecho consumado en Argentina, Brasil, Venezuela y quizá muy pronto también en Colombia y Ecuador. Más tienen que ganar los países de América Latina en relanzar sus relaciones con sus vecinos norteamericanos que no en aventurarse en arriesgados pulsos de poder con el que sigue siendo, por mucho que les peses a algunos, el gran gigante del norte.

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