La política hace extraños compañeros de cama

LA RUSIA DE PUTIN Los aliados

Socios contra Occidente

  • Putin y Erdogan escenifican su alianza como una demostración de fuerza frente a Europa

  • Moscú advierte a la UE de que se expone a recibir menos gas y de que busca mercados

Putin y Erdogan pasan revista a las tropas turcas en Ankara.

Putin y Erdogan pasan revista a las tropas turcas en Ankara. REUTERS

XAVIER COLÁSEspecial para EL MUNDO Moscú

Rusia y Turquía están desde ayer más unidas, y de paso le dieron una pequeña lección a Occidente. Moscú dijo ayer que suspende la construcción del gasoducto South Stream, que iba a llevar gas natural de los yacimientos rusos a Europa. “Si Europa no quiere realizarlo [el gasoducto], entonces no se hará”, dijo el presidente ruso, Vladimir Putin, que ayer se vio en Ankara con su homólogo turco en una visita para relanzar las relaciones comerciales entre estos dos complicados vecinos de Europa. Putin en realidad cambia una tubería por otra, y redirigirá el flujo de gas natural por el gasoducto Blue Stream, que conecta los dos países a través del mar Negro y aumentará en 3.000 millones de metros cúbicos anuales. El precio del gas vendido a Turquía se reducirá en un 6% y empresas rusas se encargarán de la construcción de una central nuclear en el sur de Turquía.

Putin y Erdogan son los dos máximos exponentes de los gobiernos autoritarios que limitan con Europa y se benefician de que Occidente no termina de encontrar la manera de tratar con ellos. Fueron tomados por reformistas cuando llegaron al poder por primera vez -en 1999 el líder ruso y en 2002 el turco- pero actualmente ambos están parapetados en un discurso nacionalista que sobre todo en el caso ruso apenas deja espacio para las grandes transformaciones pendientes. Más allá de sus fronteras son altavoces de la alternativa al Occidente liberal y a sus cuestionables aliados: Erdogan intenta serlo en el mundo musulmán y Putin brilla con mayor fuerza en el firmamento latinoamericano, asiático y en las ex repúblicas soviéticas que le siguen guardando lealtad a Moscú.

Pero en el caso de los países satélites de la URSS Rusia ha perdido el favor de casi todos los que han entrado en la UE. Bulgaria, por ejemplo, ha obedecido las instrucciones de Bruselas de parar las obras de las instalaciones donde iba a desembocar la nueva tubería del gas ruso a través del gasoducto Southstream. Por eso Putin se mostró ayer decidido a olvidarse de este multimillonario proyecto,ideado para diversificar las rutas del gas ruso hacia Europa que implicaba colocar esta tubería que cruzase el Mar Negro hasta llegar a Europa a través de los Balcanes.

Este gasoducto, cuya construcción comenzó en la costa rusa del mar Negro a finales de 2012, debía permitir a Rusia diversificar sus rutas de exportación a Europa y reducir la dependencia del tránsito a través de Ucrania. Ayer Putin avisó a la UE de que a partir de ahora se expone a recibir menos gas ruso y dejó caer que ya está buscando nuevos mercados. Todo un ‘recado’ para la Comisión Europea, que ha amargado la expansión gasística de Rusia durante estos años diciendo que el South Stream violaba las normas del Tercer Paquete Energético, que prohíben a las compañías extractoras de gas poseer gasoductos en el territorio de la UE.

Turquía y Rusia siguen siendo los dueños del Mar Negro, pese a que ellos no son ni la mitad de lo que fueron en el siglo XX, que empezó con la caída del Imperio Otomano y acabó con el estallido de la URSS, pero ambas ideas han sido recicladas en las respectivas cabezas, que ahora buscan reeditar viejas áreas de influencia. Esa nueva búsqueda de la grandeza ha servido para sepultar las incipientes revueltas ciudadanas bajo toneladas de nacionalismo. Putin y Erdogan tratan de sofocar un descontento que estalló (en 2012 en el caso ruso y en 2013 en el turco) gracias al éxito económico que ellos mismos crearon durante la década pasada, que elevó las expectativas de una nueva clase media urbana que pide más apertura política.

Su apego a la poltrona sólo ha servido para caldear más los ánimos en la calle, donde en las ciudades los más jóvenes contemplan con desánimo sus enroques, que parecen copiados el uno del otro pero a la inversa: Putin esquivó la prohibición constitucional de repetir dos veces como presidente pasando a ser primer ministro y luego presidente otra vez. Erdogan ha recorrido el camino al revés, de jefe del gobierno a presidente. El caso es que ambos van camino de consagrarse como padres de un país nuevo, con una talla mundial mayor que la que tenía cuando tomaron las riendas.

A Putin este renacer de Rusia le ha servido para contrarrestar las estrecheces que sus ciudadanos empiezan a notar por el frenazo de la economía rusa. Sus continuas diatribas contra Occidente han calado en la población, gran parte de la cual sigue siendo muy receptiva a la demonización de EEUU y sus aliados europeos. Según un estudio del German Marshall Fund, a día de hoy más de la mitad de los rusos tiene una idea desfavorable de la UE, mientras que hace dos años tan sólo una cuarta parte tenía esta actitud negativa. Turquía está en una situación bien distinta, con un 53% de los turcos respaldando la entrada en la Unión Europea.

Rusia volvió ayer a acusar a la OTAN de desestabilizar el norte de Europa y los países bálticos mediante la realización de ejercicios de allí y anunció nuevos ejercicios militares, aumentando la tensión por la crisis de Ucrania. Aunque asuntos como Ucrania, Siria y la OTAN han enfrentado a Moscú y Ankara, hoy esas viejas disputas parecen olvidadas.

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